miércoles, 22 de diciembre de 2010

Nuestras Riquezas

     ¿Pagamos por el aire que respiramos o por el agua del mar? Todavía no, pero sólo y exclusivamente porque aún hay aire y agua de "cierta calidad" en tal abundancia que no tiene sentido pagar por ello. Lo cierto es que pagamos por la escasez de los recursos de que disponemos. Y tuvo sentido que fuese así durante las épocas en las que resultaba costoso obtener ciertos recursos escasos o de dificil producción. Sin embargo, los años pasaron y las tecnologías con las que el hombre extrae de la naturaleza lo que necesita han avanzado de tal manera que, hoy en día, sería posible cubrir las necesidades básicas de toda la humanidad. Ll plenitud.
     ¿Cómo es posible cubrir las necesidades de casi siete mil millones de seres humanos? Es una simple cuestión de números. Con los métodos actuales de producción, que no son ni de lejos lo buenos que podrían ser, unos pocos hombres producen el alimento necesario para cientos de miles. Y no hay mejores métodos por lo mismo por lo que no hay vestido o cobijo decentes para todos. Porque, en un sistema monetario como el capitalismo, el beneficio es lo que prima, por encima del bienestar. Y mientras el dinero siga rigiendo la totalidad de la vida sobre la tierra, esto seguirá siendo así. 


     Este extracto de la película "Network" retrata cómo funciona el sistema.

     Somos ricos en las sociedades civilizadas. ¿Por qué, entonces, esta miseria en torno de nosotros? ¿Por qué ese trabajo penoso y embrutecedor de las masas? ¿Por qué esa inseguridad sobre el mañana aún hasta para el trabajador mejor retribuido, en medio de las riquezas del ayer y a pesar de los poderosos medios de producción que darían a todos el bienestar a cambio de algunas horas de trabajo cotidiano?
     Porque todo lo necesario para la producción, el suelo, las minas, las máquinas, las vías de comunicación, los alimentos, el abrigo, la educación, el saber, ha sido acaparado por algunos en el transcurso de esta larga historia de saqueos, éxodos, guerras, ignorancia y opresión en que ha vivido la humanidad antes de aprender a dominar las fuerzas de la naturaleza.
     Porque esos mismos, amparándose en pretendidos derechos adquiridos en el pasado, hoy se apropian de dos tercios del producto del trabajo humano, dilapidándolo del modo más insensato y escandaloso. Porque reduciendo a las masas al punto de no tener con qué vivir un mes o una semana, permiten al hombre trabajar solamente si se deja quitar la parte del león. Porque le impiden producir lo que necesita y lo fuerzan a producir, no lo necesario para los demás, sino lo que más grandes beneficios
promete al acaparador. 
     De esta situación resulta que toda nuestra producción va en contra de nuestras necesidades. A la empresa no la conmueven las miserias de la sociedad; su único objetivo es aumentar los beneficios del empresario. De ahí las continuas crisis crónicas y las fluctuaciones en la industria, que dejan en la calle a cientos de miles de trabajadores. 
     No pudiendo los obreros comprar con su salario las riquezas que ellos mismos producen, la industria busca mercados afuera, entre los acaparadores de las demás naciones. Pero en todas partes encuentra competidores, ya que la evolución de todas las naciones se realiza en el mismo sentido. Y las guerras –la guerra permanente– tienen que estallar por el derecho de ser dueños de los mercados. Guerras por las posesiones en Oriente, por el imperio de los mares, para imponer derechos aduaneros y dictar condiciones a sus vecinos, ¡Guerras contra los que se sublevan! 
     Un vasto conjunto de tribunales, jueces, militares, policías y carceleros es necesario para mantener los privilegios. Y este conjunto se convierte en el origen de todo un sistema de acusaciones, engaños, amenazas y corrupción.

     Millones de seres humanos han trabajado para crear esta civilización que nos enorgullece. Otros millones, diseminados por todo el globo, trabajan para sostenerla. Sin ellos, en menos de cincuenta años no quedarían más que escombros.
     Todo se entrelaza: ciencia e industria, saber y aplicación. Los descubrimientos y las realizaciones  prácticas que conducen a nuevas invenciones, el trabajo intelectual y el trabajo manual, la idea y los brazos. Cada descubrimiento, cada progreso, cada aumento de la riqueza de la humanidad, tiene su origen en la conjunción del trabajo manual e intelectual del pasado y del presente de toda la humanidad.
     Entonces, ¿con qué derecho alguien se apropia de la menor parcela de ese inmenso todo y dice: “Esto es sólo mío y no de todos”?
      Se han dicho cosas muy bonitas acerca de la necesidad de compartir lo que se posee con aquellos que no tienen nada. Pero cuando se le ocurre a cualquiera poner en práctica este principio, rápidamente es advertido que todos esos grandes sentimientos son buenos en los libros poéticos, pero no en la vida. “Mentir es envilecerse, rebajarse”, decimos nosotros, y toda la existencia civilizada se trueca en una inmensa mentira. ¡Y nos habituamos, acostumbrando a nuestros hijos a practicar como hipócritas una moralidad de dos caras! Pero una sociedad no puede vivir así. Hay que volver a la verdad o desaparecer.
     A riesgo de desaparecer, las sociedades humanas necesitan recurrir a los principios fundamentales: siendo los medios de producción obra colectiva de la humanidad, deberán volver al poder de la colectividad humana. La apropiación personal de ellos no es justa ni útil. Todo es de todos, ya que todos lo necesitan, y todos han trabajado en la medida de sus fuerzas, siendo imposible determinar la parte que pudiera corresponder a cada uno en la actual producción de las riquezas.
     ¡Todo es de todos! Y con tal que el hombre y la mujer contribuyan con su cuota individual de trabajo, tienen derecho a una cuota de todo lo que será producido por todos. Y con sólo esta parte alcanzarán el bienestar.
     Basta ya de fórmulas ambigüas, tales como “el derecho al trabajo”, o “el trabajo dignifica”. Lo que tenemos que proclamar es el DERECHO AL BIENESTAR, EL BIENESTAR PARA TODOS.

     Como ya habrá deducido alguno por el título de mi blog, lo que aquí estoy contando está sacado de un libro (transcritas textualmente muchas partes aunque con ligeros retoques), de hace un siglo, escrito por Piotr Kropotkin: "La Conquista del Pan"; cuya lectura recomiendo encarecidamente. Cuando terminen con el libro se quedarán con unas ganas de empezar a cambiar el mundo...

     Terminaré la entrada, como irá siendo habitual, con unas cuantas citas:
   
     El dinero es una nueva forma de esclavitud, que sólo se distingue de la antigua por el hecho de que es impersonal, de que no existe una relación humana entre amo y esclavo.

     La obediencia en las sociedades modernas es un vicio repugnante más que una virtud cristiana. Todas las atrocidades de la guerra son consecuencia directa de alguién que obedeció en lugar de pensar.

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