lunes, 23 de mayo de 2011

El Comunismo Anarquista

     Toda sociedad que rompa con la propiedad privada se verá forzada, según parece (desde el punto de vista actual), a organizarse de acuerdo con el comunismo anárquico. La anarquía conduce al comunismo, y el comunismo a la anarquía, y una y otro no son más que la tendencia predominante en las sociedades modernas, la búsqueda de la igualdad. 
     Aquí podemos ver a un anárquico digno de admirar: Lucio, el anarquista irreductible.

     Hubo un tiempo en que una familia de campesinos podía considerar el trigo que cultivaba y las vestimentas de lana tejidas en casa como productos de su propio trabajo. Aun entonces, esta creencia no era del todo correcta. Había caminos y puentes hechos en común, pantanos desecados por un trabajo colectivo y pastos comunes cercados por setos que todos costeaban. Una mejora en las formas de tejer o en el modo de teñir los tejidos aprovechaba a todos; en aquella época, una familia campesina tampoco podía vivir sino a condición de encontrar apoyo en la ciudad, en el municipio.
     Pero hoy, con el actual estado de la industria, en que todo se entrelaza y se sostiene, en que cada rama de la producción se vale de todas las demás, es absolutamente insostenible la pretensión de dar un origen individualista a los productos. Si las industrias textiles o las metalúrgicas han alcanzado tamaña perfección en los países civilizados, lo deben al simultáneo desarrollo de otras mil industrias, grandes y pequeñas; lo deben a la extensión de la red de ferrocarriles, a la navegación trasatlántica, a la destreza de millones de trabajadores, a cierto grado de cultura general de toda la clase obrera; en fin, a trabajos realizados de un extremo a otro del mundo.
     ¿Como estimar la parte correspondiente a cada uno de las riquezas que entre todos hemos contribuido a acumular?

 
     Situándonos en este punto de vista general, sintético, de la producción, no podemos admitir que pueda ser un ideal, ni siquiera un paso adelante hacia ese ideal, una remuneración proporcional a las horas de trabajo aportadas por cada uno en la producción de las riquezas. Sin discutir aquí si realmente el valor de cambio de las mercancías se mide en la sociedad actual por la cantidad de trabajo necesario para producirlas, basta decir que el ideal colectivista parece irrealizable en una sociedad que considerara los instrumentos de producción como un patrimonio común. Basada en este principio, se vería obligada a abandonar en el acto cualquier forma de salario.
     El salariado ha nacido de la apropiación personal del suelo y de los instrumentos para la producción por parte de algunos. Era la condición necesaria para el desarrollo de la producción capitalista; morirá con ella. La posesión común de los instrumentos de trabajo traerá consigo necesariamente el disfrute en común de los frutos de la labor común.
     Se puede apreciar, no sólo que es deseable el comunismo, sino que hasta las actuales sociedades, fundadas en el individualismo, se ven obligadas de continuo a caminar hacia él. 
     El desarrollo del individualismo, durante los tres últimos siglos, se explica, sobre todo, por los esfuerzos del hombre que quiso prevenirse contra los poderes del capital y del Estado. Creyó por un momento que podía libertarse por completo del Estado y de la sociedad. “Mediante el dinero puedo comprar todo lo que necesito.” Pero el individuo ha tomado un camino equivocado, y la historia moderna lo conduce a reconocer que, sin el concurso de todos, no puede nada, aun teniendo su caja fuerte llena de oro.
     A pesar del sesgo estrechamente egoísta que la producción mercantil da a los espíritus, la tendencia comunista se revela a cada instante y penetra en nuestras relaciones bajo todas las formas.
     El puente, por cuyo paso pagaban en otro tiempo los transeúntes, se ha hecho de uso común. El camino, que antiguamente se pagaba a tanto el kilómetro, ya no existe más que en Oriente. Los museos, las bibliotecas libres, las escuelas gratuitas, las comidas en comedores para los niños, los parques y los jardines abiertos para todos, las calles empedradas y alumbradas, libres para todo el mundo, los metros y trenes tienen el billete de abono mensual o anual, sin tener en cuenta el número de viajes, las tarifas planas de las compañías telefónicas, que te cobran una cantidad sin tener en cuenta el tiempo que hables o las descargas que hagas, he aquí otras tantas instituciones fundadas en el principio de “Toma lo que necesites”. 
     En todas estas innovaciones, y otras mil, existe la tendencia a no medir el consumo. Hay quien quiere hablar mil minutos, y otro solamente quinientos. Ésas son necesidades personales, y no hay razón alguna para hacer pagar a uno el doble que al otro sólo porque sea dos veces más intensa su necesidad.
     Los marinos de un bote de salvamento no preguntan sus títulos a los marineros de un buque naufragado; lanzan su embarcación, arriesgan su vida entre las olas, y algunas veces mueren por salvar a unos hombres a quienes no conocen siquiera. ¿Y para qué necesitan conocerlos? “Les hacen falta nuestros servicios, son seres humanos: eso basta, su derecho queda asentado. ¡Salvémoslos!”.
     Ésta es la tendencia, eminentemente comunista, que aparece en todas partes, bajo todas las formas posibles, en el mismo seno de nuestras sociedades que predican el individualismo.
     Que mañana una de nuestras grandes ciudades, tan egoístas en tiempos corrientes, sea visitada por una calamidad cualquiera (por ejemplo, un terremoto), y esa misma ciudad decidirá que las primeras necesidades que han de ser satisfechas son las de los niños y los viejos, sin informarse de los servicios que hayan prestado o presten a la sociedad; es preciso mantenerlos, cuidar a los damnificados, independientemente de la clase social o de la valia demostrada por cada uno de ellos; hombres y mujeres a millares rivalizarán en abnegación por cuidar a los heridos.
     Existe la tendencia. Se acentúa en cuanto quedan satisfechas las más imperiosas necesidades de cada uno, se acentúan aún más cada vez que una gran idea ocupa el puesto de las mezquinas preocupaciones de nuestra vida cotidiana (como hemos visto en el movimiento ciudadano del 15 de Mayo).
     ¿Cómo dudar entonces que el día en que se entreguen los instrumentos de producción a todos, en que las tareas sean comunes y el trabajo –recobrando su sitio de honor en la sociedad– produzca mucho más que lo necesario para todos, ¿cómo dudar de que esta tendencia (ya pujante) ensanchará su esfera de acción hasta llegar a ser el principio mismo de la vida social?
     Cuando la revolución haya quebrantado la fuerza que mantiene el sistema actual, nuestra primera obligación será realizar inmediatamente el comunismo. Pero el comunismo anarquista, el comunismo sin gobierno, el de los hombres libres.
     Ya está poniéndose en práctica un tipo de comunismo anárquico, nacido espontáneamente, para consensuar y dirigir el movimiento del 15M hacia donde sus integrantes estimen oportuno llegar. Las asambleas que se organizan en las concentraciones de acampados de toda la geografía nacional no son más que otro ejemplo en el que no hay una cabeza visible dirigiendo nada. Se tienen en cuenta todas las voces y puede participar quien desee y, de momento, no parece que estén muy desorganizados a pesar de que cada individuo vaya con sus propias convicciones a la manifestación. No es necesario el alienamiento ni la autoridad para que funcionen sin joderse unos a otros.
     El lobo no es un lobo para el hombre, aunque nos lo hayan querido vender siempre así. Pensando así es como se pueden justificar todos los atropellos e injusticias que vemos a diario llevados a cabo por las instituciones encargadas de velar por el correcto funcionamiento de la sociedad. Parece que la historia demuestra que cuando el ser humano lucha por una causa común, una causa justa, no es un lobo para el hombre. Somos capaces de ser altruistas, lo que pasa es que en ESTA SOCIEDAD, es muy difícil pensar noblemente cuando no se piensa más que en ganarse la vida, ya que hacer eso supone sacar dinero de donde sea. Y si no ya me contarán a mi qué no harían ustedes por dar de comer a su familia...
     Históricamente todas las sociedades fuertemente regimentadas como el Antiguo Egipto, el Imperio Romano, la época feudal, ..., han llegado a un momento en el que su pueblo se reveló al poder establecido. En europa salimos en el siglo pasado de una etapa de dictadores, y pasamos a la democracia, que prometía ser el sistema político que diera voz al pueblo para que no se volviera a repetir tal represión. Pero los años pasaron y las generaciones que vivieron esas miserias y que lucharon en pro de limitar la esfera de acción del gobierno y dejar cada vez mayor libertad al individuo, ya no están tan presentes en nuestra sociedad y la historia se repite. 
     La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona. Si observamos el desarrollo de las naciones de este mundo cada vez más globalizado, aunque no se perciba a simple vista, existe un movimiento cada vez más acentuado para agrandar el poder de los dictadores del momento (corporaciones y banqueros internacionales) y dejar cada vez menor libertad a la humanidad. Ésta es la evolución actual, aunque enmascarada por el bombardeo constante de información tergiversada o manipulada por los medios y los prejuicios heredados del pasado. Cómo se explica si no el giro que cada vez toman más poblaciones del mundo hacia los partidos de derecha e incluso de derechas radicales, las mismas que son vestigio de los sistemas burgueses y dictatoriales, y aún siendo la mayor parte del pueblo clase media-baja. Las políticas de izquierdas tampoco nos van a salvar del yugo monetario porque todos responden a las necesidades imperiales de corporaciones y bancos, pero joder, quién se cree que un ideal de derechas pueda interesarse por las necesidades de los ciudadanos de a pie. Un poquito de por favó...
     Vivimos en un mundo que ha sido puesto ante nuestros ojos y que no se corresponde con la realidad, vivimos en Matrix. Si consiguen hacer la analogía con la película (ahí va un documental que habla sobre el tema: [1-6] Secretia - Regresa a La Fuente: Filosofía Matrix), se darán cuenta de que en realidad es la única manera de tenernos tan atontados y tan ciegos ante todas las desgracias y atrocidades que nos muestran por los medios (y las que no vemos pero sabemos que existen...). La mayoría ve esas cosas y simplemente mira hacia otro lado (tenemos entretenimientos para toodos los gustos) y se justifican con uno de tantos lemas de nuestra sociedad: la vida es asín, yo qué culpa tengo, no se puede hacer nada... La gente no quiere escuchar la verdad porque la verdad supone que somos responsables y por lo tanto tenemos el poder para cambiar. Lo que no nos gusta. La gente no quiere sentir que son responsables, quieren a alguien a quien culpar para así poder sentarse y seguir viendo la tele. No queremos comernos la pastilla roja que (en la película) nos muestra el mundo real.
     Y sí, las sociedades del mundo van evolucionando por ese camino, pero lo mismo que toda evolución, no espera más que la REVOLUCIÓN para barrer las viejas ruinas que le sirven de obstáculo y tomar libre vuelo en la sociedad renovada. 
     Después de haber intentado largo tiempo resolver el problema insoluble de inventar un gobierno que pueda constreñir al individuo a la obediencia, y al mismo tiempo obedecer él mismo a la sociedad, la humanidad intenta libertarse de toda especie de gobierno y satisfacer sus necesidades de organización, mediante el libre acuerdo entre individuos y grupos que persigan los mismos fines. La independencia de cada mínima unidad territorial es ya una necesidad apremiante; el común acuerdo reemplaza a la ley, y pasando por encima de las fronteras, regula los intereses particulares con la mira puesta en un fin general.
     Todo lo que en otro tiempo se tuvo como función del gobierno se le disputa hoy, acomodándose más fácilmente y mejor sin su intervención. Estudiando los progresos hechos en este sentido, nos vemos llevados a afirmar que la humanidad tiende a reducir a cero la acción de los gobiernos, esto es, a ABOLIR EL ESTADO, esa personificación de la injusticia, de la opresión y del monopolio (conoce a tu enemigo).
     Aunque viviendo en Matrix no es fácil verlo, si queremos, como decía Lenon (Imagine), podemos imaginar un mundo en el cual el individuo, al dejar de estar atado por leyes y no tener que vender su tiempo para vivir, no tendrá más que hábitos sociales, como resultado de la necesidad experimentada por cada uno de nosotros de buscar el apoyo, la cooperación, la empatía con nuestros vecinos.
     Ciertamente que la idea de una sociedad sin Estado provocará por lo menos tantas objeciones como la economía política de una sociedad sin capital privado. Todos hemos sido amamantados con prejuicios acerca de las funciones providenciales del Estado. Toda nuestra educación, desde la enseñanza de las tradiciones romanas hasta el código de Bizancio (que se estudia con el nombre de derecho romano) y las diversas ciencias profesadas en las universidades, nos acostumbran a creer en el gobierno y en las virtudes del Estado providencial.
     Para mantener este prejuicio se han inventado y enseñado sistemas filosóficos. Desde la cuna a la tumba todas nuestras acciones son dirigidas por este fundamento. Las teorías sobre las leyes son redactadas con el mismo objetivo. Toda la política se funda en ese principio, y cada político, cualquiera que sea su matiz, dice siempre al pueblo: “¡Dame el poder; quiero y puedo librarte de las miserias que pesan sobre ti!”.
     Los medios de comunicación repiten la misma lección en todos los tonos. En la prensa, por ejemplo, se escriben páginas enteras dedicadas a las discusiones parlamentarias, a las intrigas de los políticos; apenas si se advierte la inmensa vida cotidiana de una nación en algunas líneas que tratan de un asunto económico, a propósito de una ley, o en la sección de noticias o en la de sucesos del día. Y cuando se leen esos periódicos, en lo que menos se piensa es en el inmenso número de seres humanos que nacen y mueren, trabajan y consumen, conocen los dolores, piensan y crean, más allá de esos personajes molestos, a quienes se glorifica hasta el punto de que sus sombras, agrandadas por nuestra ignorancia, cubren y ocultan la humanidad. Ellos mandan hoy, ¡porque tú obedeces!
     La costumbre de cumplir con la palabra empeñada, el deseo de no perder el crédito, bastan ampliamente para sostener la honradez comercial en muchos casos. Aunque sea una práctica cada vez más en desuso, hoy día, sobre todo en los pueblos (donde casi todos se conocen), se puede fiar una cuenta en un establecimiento porque existen esos principios y se puede confiar en la mayoría de la gente. Pues bien; si esa moralidad relativa ha podido desarrollarse, hasta en las condiciones actuales, cuando el enriquecimiento es el único móvil y el único objetivo, ¿podemos dudar que no progrese rápidamente cuando ya no sea la base fundamental de la sociedad la apropiación de los frutos del trabajo ajeno?
     Si no se extienden aún al conjunto de las manifestaciones de la vida es porque hallan un obstáculo insuperable en la miseria del trabajador, en las clases de la sociedad actual, en la apropiación privada del capital colectivo, en el Estado. Abolidos esos obstáculos, las veremos cubrir el inmenso dominio de la actividad de los hombres civilizados.
     La historia de los últimos cincuenta años es una prueba viviente de la impotencia del gobierno representativo para desempeñar las funciones con las que se le ha querido revestir.
     ¿Sociedad del bienestar?, ¿dónde? La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices. 
     Algún día se citará al siglo XXI como la época en la que abortó el parlamentarismo. Y yo pensaba que me había equivocado de época al nacer, pero nada más lejos de la realidad. Tenemos el privilegio de vivir estos días en los que las decisiones que tomemos repercutirán de manera definitiva al desarrollo de la futura humanidad y a sus posibilidades de supervivencia en un planeta cada vez más sobreexplotado.
     Esta impotencia es tan evidente para todos, son tan palpables las faltas del parlamentarismo y los vicios fundamentales del principio representativo, que cada vez son más los pensadores que han hecho crítica de este sistema y que no han tenido más que traducir el descontento popular. En efecto, ¿no se entiende que es absurdo elegir a algunos hombres y decirles: “Aunque ninguno de ustedes las conozcan, hágannos leyes para todas las circunstancias de nuestra vida”? En pocas palabras: la humanidad busca y ya encuentra nuevas salidas.
     Así es como obran las grandes sociedades industriales y científicas, las numerosas asociaciones de todas clases, que existen en todo el mundo. Y así deberá obrar la sociedad liberada. Para realizar la expropiación, le será absolutamente imposible organizarse bajo el principio de la representación parlamentaria. Una sociedad fundada en la servidumbre podía conformarse con la monarquía absoluta; una sociedad basada en el salario y en la explotación de las masas por los detentadores del capital, se adecua al parlamentarismo. Pero una sociedad libre que recobre su patrimonio colectivo, tendrá que buscar en el libre agrupamiento y en la libre federación de los grupos una nueva organización apropiada a la nueva fase económica de la historia.
     A cada fase económica responde una fase política, será imposible eliminar la propiedad sin encontrar al mismo tiempo un nuevo modo de vida política.
     Como dijo un tal Einstein: "Ningun problema podrá ser resuelto com el mismo nivel de conciencia con el que fue creado." Asi que la solución pasa por nosotros, como siempre. Evolucionemos nuestra conciencia al siguiente nivel y demos un paso atrás, aunque parezca paradójico, para poder ver las cosas desde una perspectiva más amplia.

     Vamos a dir concluyendo este capítulo, que seguro va a dar por culo a más de uno, con par de perlitas:

     "La anarquía no es desorden, sino orden, pero el orden que nace del ejercicio del poder (esto es, no de la amenaza, la fuerza y la violencia), sino del ejercicio de la liberta, la igualdad y la fraternidad."

     "Todo es posible y todo está por hacer. ¿Quién sino todos?"

     "Elecciones: extraña costumbre masoquiste de elegir a alguien para que te robe y fastidie durante los próximos años."

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